Con el estreno de “Prisas y Atajo”, la compañía Danza en Cruz, presento en Matucana 100 la segunda parte de la trilogía (FONDART de excelencia 2006), invitando a creadores externos a la compañía a hacerse cargo de nuevos montajes de larga duración. Es así como se contó con la destacada coreógrafa mexicana Alicia Sánchez para trabajar con los textos del británico Paul Auster (estreno en diciembre pasado); y el segundo semestre veremos el resultado de la participación de Pato Pimienta, desde su bagaje en teatro.

En 45 minutos “Prisas y Atajo” se pasea al ritmo del oleaje por los textos de Jorge Tellier, especialmente en “Muertes y Maravillas” antología de 1971. Entre hojas otoñales y el recorrido de los ojos sobre páginas con versos, Teresa Alcaíno crea una poética plástica a partir del lenguaje de los bailarines. Los planos de la escena se remiten a elementos del paisaje marino, dejando al público observar desde el interior del mar.

Los cuerpos vuelan por la escena llevados o siendo el viento, ligeros y fuertes; son olas, coros de mar que llegan a la playa arrastrando la arena y vuelven con energía, la fuerza marina desde lo profundo… los ritmos de la naturaleza en plena vitalidad.

Las escenas desarrollan imágenes respecto a un pueblo vivo, sus relaciones y recuerdos. Se refieren a estados personales, emoción latente o conciencia grupal. Los distintos relatos nacen desde los gestos simples y la profundidad de la vida; el mojarse los pies en la orilla, sentir la ropa empapada pesada sobre el cuerpo o el frío calando los huesos, como la espera, el amor o el trabajo comunitario…

Un pueblo (o todos) y la naturaleza unidos por el paso del tiempo, volviéndose una constante universal, siendo el marco donde se siente el peso del cuerpo y se desenvuelve hacia el otro, al espacio y la ausencia. Como en un sueño del viaje a la memoria de un grupo tal vez emigrante, que necesita rescatar los puntos que definen su identidad, sumergidos en su propia esencia, reconociendo sus aspectos más íntimos en los solos, o unidos a los elementos y sus roles en los trabajos grupales.

Como en la obra de Tellier, el sentir y reconocer se hace parte en este montaje, en detalles que desencadenan acciones como el zumbido del viento que es remarcado por una melodía. Los lenguajes desplegados en el espacio escénico aportan al contenido de la obra, sin pasar sobre el movimiento, le dan el peso y consistencia requerida por esta pintura viva, donde desde el horizonte somos un silencioso testigo.


Kathie Bustos
Lic. en Artes, U. de Chile

Articulo publicado en la revista IMPULSOS


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